Empezamos leyendo la historia del Laurel desde la mitología clásica, de donde viene su significado, tal y como nos lo cuenta Enrique García Gómez , en su libro ¨PLANTAS SINGULARES DE LA CIUDAD DE TOLEDO ¨ .
Por: Pilar Alcalá García
El 17 de diciembre de 1859 Gustavo Adolfo Bécquer publicó su primera rima, se trataba de la que hoy conocemos como rima 29/XIII, con el título “Imitación de Byron” y la firma “G. A. Bécquer”. Fue en el periódico satírico El Nene, en la sección lírica “Arrullos”. Sabemos que Bécquer escribió la mayoría de las Rimas entre 1858 y 1862. ¿Por qué no se publicaron hasta 1871, después de su muerte? ¿Qué sucedió desde que Bécquer las escribió hasta entonces? Como casi todo en la vida de Gustavo, también la creación y publicación de las Rimas, tiene su dosis de misterio y están llenas de vicisitudes. Parece ser que entre 1867 y 1868 Bécquer reunió sus poemas y se los entregó al ministro Luis González Bravo que había decidido prologarlas y publicarlas, pero esto nunca sucedió. El 18 de septiembre de 1868 estalla el movimiento revolucionario llamado “La Gloriosa” que destronará a Isabel II y provocará la caída de González Bravo. Durante el saqueo de la casa del ministro se perdió el manuscrito de Bécquer. Siendo los hermanos Bécquer afines a la reina, perdieron sus empleos y se exiliaron a Toledo, donde residieron más de un año en una casa de la calle San Ildefonso. Y será en esta casa donde Gustavo reescribirá de memoria las Rimas que se habían perdido. El segundo manuscrito de las Rimas, escrito en Toledo, es el que se conoce como Libro de los gorriones.
Foto antigua del laurel plantado por Gustavo Adolfo Bécquer.
Vista actual del laurel,
LOS BÉCQUER Y TOLEDO
Por: Pilar Alcalá García
“Estaba en Toledo; en Toledo, la ciudad sombría y melancólica por excelencia. Allí cada lugar recuerda una historia, cada piedra un siglo, cada monumento una civilización”. (IV Cartas literarias a una mujer, El Contemporáneo, martes 23 de abril de 1861). Toledo fue la ciudad más amada de Gustavo y la ciudad que resultó fundamental en su carrera literaria, no sólo porque le inspirara algunas de sus obras, sino porque fue precisamente en Toledo donde escribió el “Libro de los gorriones”, único manuscrito que se conserva del conjunto de las Rimas.
Lo que Gustavo sentía por Toledo era auténtica devoción y esto lo resume perfectamente su amigo Rodríguez Correa, cuando dice: “Para él, Toledo era sitio adorado de su inspiración”. Y de esta inspiración nacieron cuatro leyendas ambientadas en la ciudad, un relato, alguna de sus Rimas y artículos de costumbres, sin olvidarnos de la Historia de los Templos de Toledo. Por lo que se refiere a Valeriano también dedicó parte de su obra a la ciudad imperial. De hecho los dos hermanos trabajaban juntos: Valeriano dibujaba y Gustavo escribía un pequeño artículo explicativo y ambos aparecían publicados juntos.
Todo apunta a que la primera vez que Gustavo estuvo en Toledo fue en marzo de 1855, recién llegado a Madrid. Esta visita debió impactarle porque inmediatamente comienza los preparativos de la Historia de los templos de España, una ambiciosa aventura editorial, para la que cuenta con Juan de la Puerta Vizcaíno. Proyecto que no verá realizado, sólo publicará el tomo correspondiente a Toledo y ese es el único libro que Gustavo publicó en vida: La Historia de los Templos de Toledo. El 21 de junio de 1857, los reyes reciben a Juan de la Puerta Vizcaíno y G. A. Bécquer en audiencia. Solicitan su ayuda para la Historia de los templos de España, sabemos que Isabel II hace una suscripción por diez ejemplares. La primera entrega aparece el 5 de agosto de 1857 y las siguientes irán espaciándose hasta el año siguiente. La quinta entrega aparece el 5 de enero de 1858. Finalmente, sólo aparecerá el primer tomo, dedicado a Toledo. En esta obra, dedicada a su Majestad, Gustavo hace una detallada descripción de Toledo. Escribe refiriéndose al monasterio de San Juan de los Reyes: “El convento de San Juan de los Reyes en sus distintas cualidades de página histórica, de edificio monumental y de fuente de la Poesía, goza el triple privilegio de hablar a la inteligencia que razona, al arte que estudia, al espíritu que crea”
En 1868 estalla en Madrid la revolución llamada “la Gloriosa” y los Bécquer se exilian a Toledo. Allí permanecerán más de un año. Durante las revueltas de la revolución el manuscrito de las Rimas, que estaba en casa del ministro Luis González Bravo porque tenía intención de prologarlas y publicarlas, se perdió en el incendio de la casa. A Toledo los hermanos Bécquer se marchan con sus respectivos hijos. Viven en una casa de la calle de San Ildefonso y será en esta casa donde Gustavo reescriba de memoria las Rimas en el llamado “Libro de los gorriones”, un cuaderno que le había regalado un contertulio del café Suizo en Madrid.
La casa donde los hermanos Bécquer residieron con sus hijos en 1868-1869 se encuentra en la calle de San Ildefonso, una vieja callejuela que desemboca en la Plaza de Santo Domingo el Antiguo. La casa existe todavía y su puerta aparece en el dibujo titulado “El pordiosero” que hizo Valeriano para acompañar un texto de Gustavo.
Uno de los lugares preferidos por Bécquer es la Plaza de Santo Domingo el Real. Esta plaza era habitualmente recorrida por él e inmortalizada en sus rimas cuando de ella escribió:
Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada
y de las dobles rejas en el fondo
la ví confusa y blanca.
Me sentí de un ardiente deseo llena el alma;
como atrae un abismo, aquel misterio
…
Toledo ofrecía además la posibilidad de paseos por el campo cercano, cosa muy necesaria para Valeriano y para Gustavo que amaban los espacios puros y además favorecía la salud de los niños, (Alfredo 11, Julia 9, Gregorio 7 y Jorge 4), que tenían cuadernitos en los que dibujaban. Esto nos dice Julia Bécquer a propósito de la vida que llevaban en Toledo:
“En Toledo hacían una vida muy tranquila y tenían ancho campo para sus dibujos, uno, y el otro para fondo de sus ensueños, pues las leyendas las había compuesto cuando estuvo solo de soltero. Los días festivos nos íbamos con la comida a sus preciosos alrededores…
De la vuelta de una de estas giras hizo mi padre un dibujito en uno de los pequeños álbumes que nos compraban para dibujar en casa y cuando salíamos al campo”.
La casa tenía un jardín, sitio que a Gustavo, por ser aficionado a la jardinería, gustaba mucho. De este jardín Gustavo hizo un dibujo y lo pegó en el “Libro de los gorriones”. En el jardín de la casa de la calle San Ildefonso había un pozo con un brocal. El 27 de febrero de 1870, en “La Ilustración de Madrid” se publicó un dibujo de Valeriano Bécquer con un texto descriptivo de Gustavo Adolfo. El brocal fue donado por su propietario, D. Francisco Hernández, al Museo Provincial de Toledo. En 1874 ya denuncia su desaparición del Museo Provincial don Rodrigo Amador de los Ríos, manifestando su temor a que se encuentre en algún museo extranjero. Efectivamente el Museo de South Kensington (germen del Victoria and Albert Museum, donde ahora se encuentra el brocal) lo había adquirido en 1871. Es un brocal cilíndrico de 0,77 m de altura por 0,62 de diámetro, datado en el siglo XIV. Lo describe Gustavo Adolfo de la siguiente manera “… es de tierra roja cocida y bañada, y su adorno lo forman dos grecas, por entre las cuales corre rodeándolo una magnifica inscripción en caracteres cúficos ornamentales. La inscripción y la greca son verdes y se destacan por el color y el alto relieve que presentan, sobre el fondo blanco mate del brocal.” Rodrigo Amador de los Ríos traduce la inscripción como PARA VIRTUD DEL AGUA Y SU PUREZA. J.F. Riaño la traduce como EL PODER, LA EXCELENCIA Y LA PAZ y el museo sólo dice que “la inscripción contiene las bendiciones apropiadas para el agua que está a punto de ser bebida”.
Algunos estudiosos, como Jesús Cobo, aventuran que la joven que aparece en el dibujo era Alejandra González Esteban, la amante toledana de Gustavo Adolfo Bécquer. Que tuvo una amante es cierto, una chica muy joven que por lo que cuenta Julia Bécquer, sobrina de Gustavo, “era una hermosa mujer, una mujer de clase baja”, y se supone que era la encargada de las tareas de casa. Según Montesinos la rima XII, que ocupa el último lugar en el “Libro de los gorriones”, está escrita para Alejandra.
Porque son niña tus ojos
verdes como el mar, te quejas…
Cuenta Ramón Rodríguez Correa, uno de los mejores amigos de Gustavo, que una noche de luna decidieron los hermanos ir a contemplar su querida ciudad bañada por la luz de la luna. Sobre un muro se apoyaron y charlaron sobre arte durante horas, pero en mitad de la charla apareció una pareja de la guardia civil que habiendo oído palabras como “pechinas, ábsides y ojivas” unidas a disertaciones sobre el plateresco de Berruguete y Juan de Gua y el artificio de Juanelo, y viendo el desaliño de los hermanos y sus luengas barbas y lo tarde que era…, el caso es que nuestros hermanos Bécquer fueron a parar a la cárcel. Esto se supo en la redacción de El Contemporáneo donde recibieron una carta llena de dibujos explicativos. La redacción del periódico en masa escribió a los equivocados carceleros y por fin los Bécquer volvieron sanos y salvos.
Son muchas las referencias a Toledo en la obra de los Bécquer. Si pensamos en Gustavo tenemos que centrarnos en las leyendas, pero sin olvidarnos de un precioso párrafo que dedica a la ciudad imperial en la IV de las Cartas Literarias a una mujer; a los artículos que publicó con su hermano Valeriano que se encargaba de hacer el dibujo. Y cabe destacar un precioso artículo titulado “La Semana Santa en Toledo”, y publicado en El Museo Universal en 1869. En él Gustavo hace una comparación entre la semana santa de la ciudad manchega y la de Sevilla.
Un capítulo importante lo constituyen las leyendas toledanas, que son cinco si incluimos “Tres fechas”, aunque se trate de un relato contemporáneo. Estos textos toledanos han unido los nombres de Bécquer y Toledo; Gustavo recibió de la ciudad la inspiración necesaria para su imaginación creadora, Toledo obtuvo a cambio el regalo de unas páginas que la inmortalizaron y definieron su imagen literaria. Se trata de los siguientes títulos: “La ajorca de oro”, (El Contemporáneo, marzo, 1861); “El Cristo de la Calavera”, (El Contemporáneo, julio, 1862); “El beso”, (La América, julio, 1863); “La Rosa de pasión”, (El Contemporáneo, marzo, 1864); “Tres fechas”, (El Contemporáneo, julio, 1862), donde leemos: “Hay en Toledo una calle estrecha, torcida y oscura, que guarda tan fielmente la huella de las cien generaciones que en ella han habitado, que habla con tanta elocuencia a los ojos del artista y le revela tantos secretos puntos de afinidad entre las ideas y las costumbres de cada siglo, con la forma y el carácter especial impreso en sus obras más insignificantes, que yo cerraría sus entradas como una barrera y pondría sobre la barrera un tarjetón con este letrero:
«En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica»”.
El amor siempre acompañó a Gustavo, un amor lleno de niebla y de misterio y de nombres de mujer sin pronunciar. Uno de estos nombres se quedó en un claustro sombrío de Toledo, en la penumbra de la desierta plaza. Bécquer estaba enamorado de una fantasmal novicia: la que aparecía en “Tres fechas” y en la rima que comienza:
¡Cuántas veces al pie de las musgosas…
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!
Uno de los biógrafos de Gustavo, Sandoval, afirma que esta monja era la única hija de un viejo pintor viudo que tenía su taller junto a la Sinagoga del Tránsito.
Esta muchacha vuelve a aparecer en la rima LX:
Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como nota de música lejana,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
—¿En qué piensas?, me dijo.
—En nada… —En nada ¿y lloras? —Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino.
La última vez que Gustavo visitó Toledo fue a principios de diciembre de 1870, allí estuvo tres días. Parecía que quería despedirse de su amada ciudad, y de Alejandra, porque el 22 de diciembre murió en Madrid y en su Sevilla natal dos horas después hubo un eclipse total de sol, primer homenaje rendido al poeta, según Rafael Montesinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario