domingo, 19 de febrero de 2023

MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ

 

 MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ

                            JAVIER MARÍAS


El título del libro es shakesperiano: "Mañana en la batalla piensa en mí, y cae tu espada sin filo; ¡desespera y muere!.


Esta novela fue Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos otorgado en Venezuela en el año 1995. También recibió  el Premio Fémina en el año 1996, este galardón fue concedido en París por un jurado compuesto por mujeres críticas y escritoras.

La  primera edición de ésta novela fue publicada en el año 1994. 








miércoles, 15 de febrero de 2023

Madrid en la novela Ángel Guerra

 

El entorno madrileño de la primera parte de Ángel Guerra, 

novela de Benito Pérez Galdós.

    Galdós llegó a Madrid, procedente de Las Palmas de Gran Canaria, en 1862, para estudiar Derecho, carrera que no terminaría, en la entonces “Universidad Central” (actualmente Universidad Complutense), situada en la Carrera de San Bernardo.    

Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi ocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en "flanear" por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos. (B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, II.)


La antigua Universidad de San Bernardo, a finales del siglo XIX
 Historia Urbana de Madrid: Galdós en el Siglo XIX. Capítulo III (1862) (historia-urbana-madrid.blogspot.com)



El edificio de la Universidad de San Bernardo en la actualidad.
en el que había sido Noviciado de Jesuitas, actualmente ocupado por la inspección del Ministerio de Educación. (https://todosobremadrid.com/que-hacer/universidad-central-de-madrid/#jp-carousel-82809)

    Después de pasar un corto tiempo en una fonda de la Calle del Olivar, en pleno barrio de Lavapiés, pasó después a una casa de huéspedes de la calle del Olivo, actual Mesonero Romanos. Después residió en la Calle de la Salud, en la Calle Serrano, en el número 2 de la Plaza de Colón (edificio que ya no existe), y en el Paseo de los Areneros, actualmente Alberto Aguilera, y en la Calle Hilarión Eslava, en el barrio de Chamberí, esquina con Gaztambide, en un chalet que ya no existe.

    Frecuentó diferentes tertulias, en diferentes cafés en el entorno de la Puerta del Sol, como la que describe en su primera novela, “La Fontana de Oro”. Y en la Puerta del Sol presenció el altercado que se produjo en una manifestación de estudiantes de la Universidad Central, en la llamada “Noche de San Daniel”, el 10 de abril de 1.865.

El 21 de febrero Castelar publicó en La Democracia un artículo titulado "¿De quiénes el patrimonio real?", en el cual afirmó que "el patrimonio real es patrimonio de lanación...La Casa Real vuelve al país una propiedad que es del país"... El 8 de marzo se dictó auto de prisión contra Castelar, quien evitó ir a la cárcel sólo mediante el pago de una fianza. El 20 del mismo mes, el Ministro de Fomento, Alcalá Galiano, transmitió al Rector de la Universidad Central, Juan Manuel Montalván, una Real Orden exigiendo que procediera inmediatamente a la formulación de un expediente gubernativo contra Castelar, aduciendo como razones el que éste hubiera faltado a su juramento "de profesar siempre la doctrina de Jesucristo, obedecer la Constitución de la Monarquía, y ser fiel á la Reina Doña Isabel II". Al negarse Montalván a cumplir esta orden, fue a su vez destituido como Rector, sustituyéndole Diego Manuel Baamonde y Jaime, marqués de Zafra, a quien Castelar, desde las páginas de La Democracia, calificó de "neocatólico de pelo en pecho...uno de los hombres más funestos que puede haber para la enseñanza”. La toma de posesión de Baamonde, el 10 de abril, fue lo que provocó el famoso incidente de la 'noche de San Daniel' del cual fue testigo ocular, entre otros, el joven Benito Pérez Galdós. Una manifestación de estudiantes en la Puerta del Sol fue disuelta con dureza por la Guardia Veterana a caballo, con un saldo de varios muertos y más de cien heridos”. (Rodgers, E. “Galdós, Castelar y la noche de San Daniel”. Anales Galdosianos, 2007).

    Es de señalar la minuciosidad con la que el novelista describe los diferentes ambientes en los que transcurren las andanzas de sus personajes. Sin entrar analizar la influencia que la política de su tiempo tuvo en la obra de Galdós, se puede decir que Madrid es un personaje más en sus novelas, y también que a través de su obra literaria podemos conocer en profundidad, no sólo cómo era la ciudad durante el siglo XIX, sino también la vida cotidiana de sus gentes, y especialmente cómo vivía la clase media, esa pequeña burguesía formada por comerciantes, funcionarios, militares… en definitiva, las gentes que Galdós frecuentaba, y que fueron los modelos para sus personajes.

    A través de los tiempos ciertas ciudades han tenido y tienen escritores que las representan en su creación literaria, París tuvo a Balzac, Londres a Dickens y hoy Nueva York tiene a Tom Wolfe con su reciente novela Bonfire of the Vanities (La hoguera de las vanidades). Por medio de ellos llegamos a conocer el espíritu interior y exterior que les da vida a esas ciudades. Así Madrid también tiene un vocero en su escritor más famoso, trasplantado de Las Palmas en las Islas Canarias, don Benito Pérez Galdós.” (Assardo, M.R., “La influencia de Madrid en tres novelas de Benito Pérez Galdós”, IV Congreso Galdosiano. Biblioteca Galdosiana. Pág. 55).

    Pero Galdós no se limita a describir la vida de la clase media. Le gusta recorrer la ciudad y conocer a todo tipo de gente, especialmente las llamadas “clases populares”, y traslada esos recorridos a sus novelas. 


Plano del entorno de la Plaza Mayor en tiempos de Galdós
 Historia Urbana de Madrid: Galdós en el Siglo XIX. Capítulo III (1862) (historia-urbana-madrid.blogspot.com)

De  Fortunata y Jacinta, quizá su su novela más conocida, podemos extraer algunos ejemplos:

 “Después de recorrer la calle de Barrionuevo y la plaza del Progreso, la pareja tomó por la calle de San Pedro Mártir, buscando la menos concurrida. «Van a tomar por la calle de la Cabeza –dijo Maxi–, por donde no pasa un alma a estas horas… Al llegar a la calle del Ave María, Rubín se pasó a la acera de los impares y se puso en acecho en la esquina de la calle de San Simón, en la sombra. Detuviéronse: Aurora parecía decir a su galán que no siguiese más. Era prudente esta indicación, y el galán se despidió apretándole la mano. Maxi le miró subir hacia la calle de la Magdalena, y sentía deseos de gritar e írsele encima: «Ratero de mi honor y de todos los honores… ahora las vas a pagar todas juntas».” (García Posada, M. “Guía del Madrid Galdosiano”. Guías Culturales de la Comunidad de Madrid, pág. 75).

Ya en su vejez, en el prefacio escrito en 1913 de Misericordia, dice el gran novelista:

En Misericordia me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, ... que se alberga en los populosos barrios del Sur de Madrid. ... El afán de estudiarla intensamente me llevó al barrio de las Injurias, polvoriento y desolado. En sus miserables casuchas, cercanas a la Fábrica de Gas, se alberga la pobretería más lastimosa. Desde allí, me lancé a las Cambroneras, donde tiene su asiento la población gitanesca, compuesta de personas y borricos en divertida sociedad, no exenta de peligros para el visitante. Las Cambroneras, la Estación de las Pulgas, la Puente Segoviana, la opuesta orilla del Manzanares hasta la casa de Goya, donde el famoso pintor tuvo su taller, completaron mi estudio del bajo Madrid, inmenso filón de elementos pintorescos y de riqueza del lenguaje

(Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Lugares_de_Madrid_frecuentados_por_Gald%C3%B3s).

Aunque la novela Ángel Guerra se centra en la ciudad de Toledo, en la primera parte encontramos también una vívida descripción de la vida madrileña del último cuarto del siglo XIX. (Assardo, M.R., “La influencia de Madrid en tres novelas de Benito Pérez Galdós”, IV Congreso Galdosiano. Biblioteca Galdosiana. Pág. 15).


Madrid en tiempos de Galdós
https://www.esmadrid.com/madrid-galdos

    Al inicio de la novela, Ángel Guerra convive con su amante, Dulcenombre, en un pequeño piso de la Calle de Santa Águeda, cercana al cruce de la calle de Fuencarral con San Mateo. “La casa era de estas que pueden llamarse mixtas, pues en la fechada había cuartos de mediana cabida, de ocho a diez duros de inquilinato… una sola escalera servía el exterior como el interior de la finca, situada en la corta y solitaria calle de Santa Águeda, que comunica la de Santa Brígida con la de San Mateo” (Ángel Guerra, Ed. El Perro Malo, Toledo 2016, pág. 40).


Calle de Santa Águeda, en la actualidad 
(Google Maps)


La casa familiar de Ángel Guerra estaba situada muy cerca de la Plaza de las Descalzas, próxima a la Puerta del Sol. 
No tardó en llegar a su barrio natal, que es aquel olvidado rincón de Madrid comprendido entre la plaza de las Descalzas, la costanilla de los Ángeles, las calles de la Flora y de Preciados. Pasó por su casa, situada más arriba de la plazuela de Trujillos, con vuelta a una de las estrechas y solitarias calles que parecen prestadas por la parroquia de San Pedro a la de San Ginés… La casa de Guerra es de fines del siglo XVII, restaurada, de un carácter arquitectónico muy madrileño, toda de ladrillo, menos la holgada puerta rectangular, de jambas almohadilladas y dovelas enormes… “(Ángel Guerra, Ed. El Perro Malo, Toledo 2016, pág. 78).
Monasterio de la Descalzas Reales, en la plaza de las Descalzas
Wikimedia Commons


Iglesia de San Ginéx. 
Wikipedia.


    La “rama madrileña” de los Babeles vivía en la Calle Molino de Viento (A.G., pág. 59), perpendicular a la calle del Pez, y muy cerca de la actual estación de metro de Noviciado.

Calle Molino de Viento.
https://www.pinterest.es/

    Como en Fortunata y Jacinta, en la que Juanito Santa Cruz, unigénito de una familia acomodada, se empareja con una mujer “del pueblo” (el primero reside en la plaza de Pontejos, y Fortunata en la Cava de San Miguel, junto a la Plaza Mayor), en esta novela su protagonista mantiene una relación amorosa con una mujer de clase baja. La familia de “los Babeles”, además, constituye un verdadero mosaico de personajes populares, que nos recuerdan a los de la literatura picaresca, que junto a la obra cervantina, tanto influyó en el escritor.

La novela picaresca, en sus manifestaciones primordiales (el Lazarillo, el Guzmán, el Buscón), ofrecía casos ejemplares de un héroe desposeído de la fortuna y de baja extracción social, que se hallaba en constante interacción con el ambiente y en conflicto con la sociedad que amenazaba aniquilarlo. La novela realista del siglo XIX exploraba en detalle esta relación del individuo con el medio ambiente, a lo cual añadía su condicionamiento por la herencia. El pro tagonista de la picaresca se las entendía, además, con las situaciones elementales del vivir, a través de las cuales descubría el mundo de la realidad en sus más crudas manifestaciones. En Galdós podemos seguir la epopeya callada del hambre en numerosos personajes.” (Correa, G., “Galdós y la Picaresca”, 1972- anuariosatlanticos.casadecolon.com pág. 254).

 


Cava de San Miguel y Plaza de Pontejos
Wiikimedia Commons



   Pero quizá el escenario más importante de las correrías del personaje de Guerra en el Madrid de la primera parte, (y seguramente el apellido que Galdós escoge para él no es casual), es en el que se desarrolla el levantamiento del General Villacampa, Campón en la novela, en el que nuestro héroe demuestra su espíritu “guerrero”.

    

Sublevación del Cuartel de San Gil.
Wikipedia.


En 1880 el entonces exiliado Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla, formó una asociación secreta denominada Asociación Republicana Militar (ARM), cuyo objetivo era atraer hacia ella a militares de todos los rangos, incluidos los sargentos, aprovechando el descontento existente en el ejército. Finalizada la tercera Guerra Carlista (1872-1876), cientos de oficiales jóvenes y de suboficiales fueron trasladados, durante los años 1877, 1878 y 1879 desde los puestos del antiguo Ejército del Norte a guarniciones de provincias o a Cuba, y, por problemas presupuestarios, muchos de ellos estuvieron sin cobrar su paga durante periodos en muchos casos superiores a un año… La ARM preparó tres pronunciamientos, fracasando en todos ellos. El primero …con movimientos militares los días 5, 8 y 9 de agosto de 1883, en Badajoz, Santo Domingo de la Calzada y la Seo de Urgel, respectivamente. El segundo, el 27 de abril de 1884, en Santa Coloma de Farnés. Y, el tercero, el del general Villacampa, el 19 de noviembre de 1886”. García Metola, A. “Apuntes sobre la sargentada de 1883 en Santo Domingo de la Calzada”, Berceo 157 145-162 Logroño 2009, pág. 157.

 

    En el primer capítulo Ángel llega a su casa sangrando, después de haber participado en la algarada en la que murieron varios militares de las tropas isabelinas.

“¿Qué dónde estaba yo? ¡Caramba! En donde estar debía… Por la tarde, en la redacción de El Palenque; al anochecer, conferenciando con Montero, el cual me dijo que necesitaba redoblar su audacia para sacar las tropas de San Gil, porque ayer mismo le dejó el Gobierno de reemplazo… luego tomamos un coche de alquiler para ir a avistarnos con Campón, que vive en la calle de Silva… se había determinado que las tropas de San gil y las de la Montaña atravesarían por Madrid en dirección a los Docks (tropas de artillería del cuartel de Atocha)…” (A.G., pág. 45).

    A lo largo de la novela asistimos a la transformación de la personalidad del protagonista, desde un revolucionario que toma las armas contra el gobierno conservador, hasta un católico exaltado, que aspira a ser sacerdote. Probablemente estos vaivenes ideológicos se correspondan con las inquietudes del propio Galdós, y sus propias dudas sobre la política y la religión de su tiempo. Influido por el “krausismo” durante su juventud (fue amigo de Giner de los Ríos, iniciador de la Institución Libre de Enseñanza) parece que fue evolucionando hacia posiciones más pesimistas.

    “ (El) estado de la sociedad española de principios de la Restauración es el que nos describe Galdós en sus novelas de la primera época. Sus simpatías están con los intelectuales institucionistas, o sea los krausistas españoles, pero como agudo observador ve la incompatibilidad entre el ideal teórico y la aplicación inmediata en su sociedad actual. De ahí que sus personajes dotados de tal ideal fracasen en el mundo ficticio de la novela.” (Gómez Martínez, J.L. “Galdós y el krausismo español”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 1983, pág. 57).

    Quizá el final del protagonista de esta novela, y el fracaso de su proyecto, sea un anuncio de esa actitud pesimista, o quizá “espiritual”, que se trasluce en sus últimas novelas.

    

De carácter violento y apasionado a sumiso y leal amador, de revolucionario a "quijote" de la religión, también Galdós hace variar a su personaje de espacio vital para marcar una vez más los contrastes (otra forma de perspectivismo, esta vez espacial), trasladando a Angel Guerra desde Madrid, espacio-símbolo de la vida activa, hasta Toledo, espacio-símbolo de la vida contemplativa ( ..... asomábase ( ... ) sobre el río, y se olvidaba del tiempo, del mundo y de sí mismo, contemplando, como en las nieblas de un ensueño, las riberas ... "), imbricado el cambio de escenario con el cambio espiritual del personaje (de revolucionario, hombre de acción, a sacerdote, hombre de oración).” (Ruiz Baños, S., “El sistema de contrastes como rasgo de modernidad en Galdós: sublimación y esperpento en Ángel Guerra”. IV Congreso Galdosiano, Biblioteca Galdosiana, pág. 522).


BIBLIOGRAFÍA


Assardo, M.R., “La influencia de Madrid en tres novelas de Benito Pérez Galdós”, IV Congreso Galdosiano. Biblioteca Galdosiana.

Correa, G., “Galdós y la Picaresca”, 1972 - anuariosatlanticos.casadecolon.com

García Metola, A. “Apuntes sobre la sargentada de 1883 en Santo Domingo de la Calzada”, Berceo 157 145-162 Logroño 2009

García Posada, M. “Guía del Madrid Galdosiano”. Guías Culturales de la Comunidad de Madrid

Gómez Martínez, J.L. “Galdós y el krausismo español”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 1983

Pérez Galdós, B.Ángel Guerra, Ed. El Perro Malo, Toledo 2016

Pérez Galdós, B. Memorias de un desmemoriado, II.

Rodgers, E. “Galdós, Castelar y la noche de San Daniel”. Anales Galdosianos, 2007.

Ruiz Baños, S., “El sistema de contrastes como rasgo de modernidad en Galdós: sublimación y esperpento en Ángel Guerra”. IV Congreso Galdosiano, Biblioteca Galdosiana.


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 Pardo Bazán en París.

La exposición universal de París


        Doña Emilia se educó en el seno de una familia aristocrática, y a la vez liberal. Su padre, José Pardo Bazán, se preocupó de que recibiera una amplia formación a la altura de cualquier varón culto de su época (Burdiel, 2018). Además, Emilia tenía a su disposición la amplia biblioteca de la familia, y entre las relaciones familiares se encontraban los intelectuales krausistas amigos de sus padres, y mujeres tan influyentes como la condesa de Espoz y Mina. 

         Con su padre viajó ya de niña a diversos países europeos. En su madurez publicó diferentes libros de viajes, como “Mis viajes por Europa: Suiza, Dinamarca, Suecia y Noruega”, “Por la Europa católica”, “Apuntes de viaje: de España a Ginebra”,etc.), pero aquí nos centraremos en el conjunto de artículos escritos desde París, que publicó en la revista “La España moderna”, y después en forma de dos libros: “Al pie de la Torre Eiffel” y “Por Francia y por Alemania, Crónicas de la Exposición, 1889 (Rodríguez Fischer, s.f.). En calidad de corresponsal de la revista, la escritora visitó París varias veces a lo largo del año 1889, y en sus crónicas periodísticas trató todo tipo de temas. 

     Las exposiciones universales, durante la segunda mitad del siglo XIX y los primeros decenios del siglo XX, hasta la primera guerra mundial, fueron acontecimientos fundamentales para el intercambio científico, comercial y cultural entre diversos países, y especialmente para la expansión del turismo de las clases favorecidas y de la industria moderna. En París se celebraron cinco, en 1855, 1867, 1878, 1889 y 1900. Desde luego, la más conocida hasta la actualidad sigue siendo la de 1889, por la construcción de la Torre Eiffel, que se convirtió en símbolo universal de París, y también de la modernaconstrucción basada en la ingeniería del hierro. Francia estaba considerada como una primera potencia cultural en Europa, y París la capital de la modernidad. “El reflejo de la modernidad en toda su extensión se instala en la capital gala. París funciona como una fantasmagoría urbana cuya imagen ilusoria se proyecta en los pasajes, en los que se exhibe lujosamente la mercancía, en los bulevares, en los salones de arte, en las tiendas y cafés con brillantes espejos y vitrinas"(1) 

    La modernidad llega en la época de Napoleón III con las grandes transformaciones (…), cuyos boulevards, higiénicamente trazados, crean una experiencia fantasmagórica, una ilusión óptica de uniformidad que distrae la mirada del visitante sobre la realidad conflictiva del París de las barricadas. La auténtica realidad política y social quedó proscrita por el Emperador en los barrios obreros de los suburbios. Por supuesto, la imagen fantasmagórica de París también se proyecta en las fascinantes exposiciones universales; eran la retirada al mundo de los sueños, de las maravillas y la anestesia” (Lasheras, 2009, pág.5). 

             Pero no todo el mundo cayó fascinado por el avance industrial que simbolizaba la Torre Eiffel. Para Pío Baroja, “las exposiciones universales fueron una invención del siglo XIX cuyo aire docente y al mismo tiempo colosal expresaba muy bien el carácter de los primeros años de aquel siglo, cuando la filosofía, la literatura, la ciencia, la música y la industria avanzaron en triunfo, [de ellas salieron] las galerías de máquinas, los palacios de cristal, y, sobre todo, la torre Eiffel, que en su tiempo, y durante muchos años, ha sido como el gran atractivo moderno de la ciudad de París para los tontos”. 2 Pardo Bazán había viajado ya muchas veces a París, y había trasladado a sus novelas los escenarios de la capital francesa (p. ej., el Cap. XIII de Un viaje de novios). Esto lo explica también en uno de los artículos de “Al pie de la Torre Eiffel”: “Yo sé que en París todo resulta, porque conozco aquella capital. Varios inviernos he pasado en el cerebro del mundo, haciendo hasta las cuatro de la tarde la vida del estudiante aplicado, y de cuatro a doce de la noche la del incansable turista y observador, relacionada con las duquesas legitimistas del barrio de San Germán, lo mismo que con la pléyade literaria: novelistas, poetas, dramaturgos y sabios.[...] "

    Sola y libre, segura de ser respetada como mujer, porque aquel país es un país culto, y bastante conocedora de la topografía física y moral de los barrios parisienses para no exponerme con frecuencia a ser robada o asesinada miserablemente en algún rincón de la inmensa capital, la he recorrido sin perdonar callejuela1” (citada por Lasheras, 2009). Los artículos que Pardo Bazán enviaba desde París se publicaban también en varias revistas hispanoamericanas, de forma que su labor periodística sirvió para divulgar en las antiguas colonias españolas de América las últimas novedades de la industria y la cultura europeas, eso sí, bajo la mirada de una escritora aristócrata, católica, y a la vez progresista y feminista. No le dolían prendas para comparar el auge de la cultura francesa, una vez caído el régimen del segundo imperio, y en plena efervescencia del “naturalismo”, en la literatura (Zola, hermanos Goncourt, etc.) y del impresionismo en la pintura, con la situación de la cultura hispana. 

 “Me dicen algunas personas (en mi opinión entienden mal el patriotismo) que yo debo callar los defectos de las costumbres e instituciones de España, y que me estaría mejor (para emplear una frase de Miguel de Escalada) dar gato por liebre a los americanos, si he de ser buena española. Me insurrecciono, me sublevo contra semejante teoría. Los americanos viajan, nos visitan, tienen ojos para ver, se educan en el continente europeo muy a menudo: no hay engaño lícito, pero menos cuando ha de resultar estéril y tonto. Por eso no vacilo en aconsejar a los americanos que, caso de venir a París, no se dejen alucinar por el señuelo de “Hotel español”, si quieren pasarlo medianamente. Estas casas son la carestía, el desaseo y el desbarajuste elevados a la quinta potencia”. 

    Pero no todos los lectores cayeron bajo la fascinación de la cultura parisina tan brillantemente presentada por la escritora gallega. Sus detractores aprovecharon para reprocharle la superficialidad con la que trataba en sus crónicas los temas científicos o técnicos, y la excesiva extensión que dedicaba a temas “más banales” como las modas, o las costumbres de la burguesía de los cafés y de los espectáculos como la ópera, o las comedias de los numerosos teatros de la capital. “Su libro habla muchísimo bueno de usted, mucho mediano de sus amigos, muy mal de España, pésimamente de nuestro sufrido ejército, y poquísimo de la Exposición… el libro titulado Al pie de la Torre Eiffel pudiera llamarse más bien A los pies de Doña Emilia” 2 . 


       Doña Emilia se defiende: “Siempre juzgué gran niñería el aparentar poseer casillas intelectuales que nos faltan; yo no tengo la bosse o chichón de la mecánica: quédese para los hombres políticos, cuando un viaje o tournée electoral, el fingirse extasiados en una fábrica de tejidos de algodón, v.g., cuando realmente dudan si el algodón lo produce una planta o si es el capullo de algún gusano”. Y para los que le acusan de un estilo “poco intelectual”: “el estilo ha de ser plácido, ameno, caluroso e impetuoso, el juicio somero y accesible a todas las inteligencias, los pormenores entretenidos, la pincelada jugosa y colorista, y la opinión acentuadamente personal, aunque peque de lírica, pues el tránsito de la impresión a la pluma es sobrado inmediato para que haya tiempo de serenarse y objetivar. En suma, tienen estas crónicas que parecerse más a conversación chispeante, a grato discreteo, a discurso inflamado, que a demostración didáctica. Están más cerca de la palabra hablada que de la escrita”. 

       Las “cartas” que dirige desde París Pardo Bazán a sus lectores no se circunscriben a la Exposición y a los eventos que la rodean. Declarada feminista, Pardo Bazán no elude la cuestión de los derechos de la mujer. En 1887 había pronunciado una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre “la revolución y la novela en Rusia”, y al referirse en sus crónicas al papel de la mujer en la sociedad rusa, dice: “Mientras en nuestros países occidentales, donde tanto se cacarean la libertad y los derechos políticos, la mujer carece de personalidad y le están cerrados todos los caminos y vedados todos los horizontes de la inteligencia, en Rusia, donde hasta hace pocos años existía la servidumbre, y el Parlamento es todavía una pura hipótesis, de la cual los mismos liberales se ríen, y las constituciones futuras un papel mojado, y el Monarca un rey neto, la mujer se coloca al nivel del hombre, y la inmensa distancia que separa en los países latinos a los dos sexos, es desconocida o tenida por la mayor iniquidad”. También dedica varias crónicas a la vida cultural de París, y más en concreto a los escritores más influyentes del momento, como Barbey d´Aurevilly y Bourget (Jiménez Morales, 2008). Dedica una de ella a los hermanos Goncourt, junto con Zola, unos de los mayores representantes del “naturalismo” en literatura. Asiste con asiduidad a la tertulia de los Goncourt, describiéndolas “como poco animadas, melancólicas, superficiales, empapadas de esa tristeza de fin de siglo. 

                        Los asistentes se mostraban poco interesados en la literatura extranjera, no siendo una excepción la española: Así, mientras ellos creen que les admiro, yo les analizo, no siempre con benevolencia. Mi rincón en el sofá de Goncourt es un observatorio” (Jiménez Morales, 2008). Si durante la primera mitad del siglo XIX, el romanticismo fue evolucionando hacia el realismo en literatura, en las últimas décadas del siglo el realismo había derivado hacia el naturalismo que, desde Francia, se había también extendido a la literatura española (Zavala, 1982). El realismo se ha interpretado como la consecuencia, en el ámbito de la cultura, de la evolución de la sociedad industrial, y de la clase social de la burguesía, que sustituyó a la aristocracia como clase dominante a lo largo del siglo XIX. El romanticismo había heredado, al principio del siglo, los valores de la aristocracia del siglo XVIII. Una visión idealizada de la realidad, centrada en las vivencias interiores de los personajes. El público lector era ya, predominantemente, la burguesía que se había enriquecido con el progreso económico que supuso la revolución industrial desde finales del siglo anterior, pero que había asumido como propios los valores morales y estéticos de la aristocracia del “antiguo régimen” (Hauser, 1962). 4 El realismo surge con el segundo imperio. La burguesía, que políticamente había perdido su preponderancia tras la derrota de Napoleón, con la reacción aristocrática del reinado de Luis XVII y Carlos X, había protagonizado la revolución de 1830, instaurándose la llamada “Monarquía de Julio”, como monarquía constitucional

                        El “nuevo régimen” necesitaba una nueva cultura, y los novelistas asumieron esa función de “construcción” de una cultura nueva, que alejándose de la idealización del romanticismo, mirara hacia la realidad. “… para que nos interesen los hechos de un hombre, tiene que haber en ellos cierta unidad, no sólo en su ley moral, sino en su carácter de decisión espontánea, que les dé incluso un significado simbólico. De esa manera, lo que va haciendo un personaje de novela, aunque sea aparentemente azaroso, compondrá una fisonomía típica, de modo que en ella podamos ver reflejada al menos una parte o una posibilidad de nuestra naturaleza común… la novela se acerca a reflejar la manera de ser del hombre”. (Riquer y Valverde, 2005, pág. 449). Con la revolución de 1848 surge una nueva clase social en el escenario de la política: la clase obrera, que en lugar de servir de “fuerza de choque” para defender el liberalismo, junto a la clase de la burguesía, comienza a reivindicar sus derechos, fundándose en aquellas fechas la primera Internacional, y como reacción de la burguesía ante el peligro revolucionario, se instaura el Segundo Imperio de Napoleón III. “1848 y sus consecuencias alejaron totalmente del público a los verdaderos artistas. También ahora, como en 1789 y en 1830, a la revolución siguió un periodo de la máxima actividad y productividad intelectual, y finalizó, como las revoluciones 5 anteriores, con la derrota definitiva de la democracia y de la libertad intelectual… París se convierte otra vez en la capital de Europa, pero no en centro del arte y la cultura, como antes, sino en metrópoli del placer, en ciudad de la ópera, de la opereta, del baile, de los bulevares, los restaurantes, los grandes almacenes, las exposiciones mundiales y los placeres corrientes y baratos“ (Hauser, 1962, pág. 360-362). 

    Sin embargo, en los años siguientes, el arte y la literatura en Francia, y después en el resto de Europa y América, sufre una nueva transformación. “El naturalismo comienza como un movimiento del proletariado artístico. Su primer maestro es Courbet, un hombre del pueblo que carece de todo sentido para la respetabilidad burguesa... pero por lo que tiene también de nueva esta actitud social y por lo mucho que se habla en el círculo de Courbet de fin humanitario y de la tarea política del arte, la bohemia es y sigue siendo una heredera del romanticismo estetizante” (Hauser, 1962, pág. 367). El naturalismo, como movimiento artístico, sienta sus bases en tres corrientes filosóficas que se instauran en la cultura francesa, y europea, durante la segunda mitad del siglo XIX: el positivismo en las ciencias físicas, el darwinismo en las ciencias naturales, y el materialismo en las ciencias sociales (Núñez Ruiz, 1982). 

    El naturalismo tuvo también su reflejo en la literatura española, como en el resto de Europa y América. Pero con características específicas. Mientras en Francia, con la caída del segundo imperio, y tras el trágico episodio de la Comuna de París, se instauró la Tercera República, en España, tras el fracaso de la segunda república, se produce la Restauración de la monarquía borbónica, que perduraría hasta 1932. La sociedad española era muy diferente a la francesa. La mayoría de los novelistas “naturalistas” reniegan del determinismo filosófico de la nueva corriente, para la que los acontecimientos humanos son el resultado de los 6 condicionamientos sociales, y continúan suscribiendo, como es el caso de Pardo Bazán los valores morales y religiosos del catolicismo. 

    Se consideran representantes del naturalismo en España Fernán Caballero, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, José María de Pereda, Emilia Pardo Bazán, y como máximos exponentes, Pérez Galdós y Leopoldo Alas, Clarín, cuya novela La Regenta es considerada por algunos la mejor novela española del siglo XIX (Riquer y Valverde, 2005, pág. 514). Caso aparte constituye Blasco Ibáñez, cuya posición ante el conservadurismo en política, y ante la Iglesia Católica en religión, es mucho más crítica. Pardo Bazán, que no deja de admirar a Zola, se distancia de él tanto por razones morales y religiosas, como por un prurito nacionalista, reivindicando la identidad española y sus valores ideológicos y estéticos como propios y diferenciados del laicismo de la “república francesa” (González Herrán, s.f.). 

    Ya un año antes de sus crónicas desde el pie de la Torre Eiffel, Pardo Bazán había publicado una serie de artículos, bajo el epígrafe de “La cuestión palpitante”, en los que comenta, para glosarlo, pero también para polemizar con parte de su contenido, el libro de Èmile Zola “Les romancieres naturalistes”. Pardo Bazán fue muy criticada por sus adversarios, en su faceta de crítica literaria y titular de una cátedra de literatura en el Ateneo madrileño, acusándole de haber plagiado diferentes obras.

 En una conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid, sobre “la crítica en la literatura contemporánea, en 1893, Francisco de Icaza le acusó de que “La revolución y la novela en Rusia”, publicada en 1887, se parecía demasiado a “Le roman russe”, de M. de Vogüe, publicada un año antes, y el “San Francisco de Asís”, publicado en 1882, a “Les poètes franciscains en Italie du XIIIème. Siecle”, de F. Ozanam, publicada en 1947. “La cuestión palpitante” fue también objeto de fuertes ataques. Leopoldo Alas, amigo de Doña Emilia, en un tono afable pero ambiguo, en un artículo publicado en 1890, comentaba: “aunque la erudición de la Pardo Bazán tenga que ser las más de las veces de segunda mano, aún así es utilísima, pues ya se sabe que escritores del género de doña Emilia tienen por oficio principal propagar y divulgar, explicándolas claramente, con valor y fuerza, doctrinas ajenas” (González Herrán, s.f.). Para concluir, diremos, más de un siglo más tarde, y en el centenario del fallecimiento de la escritora, que probablemente exista ya suficiente consenso en torno a que el mayor enemigo de Emilia Pardo Bazán fue su condición de mujer, libre, culta, inteligente y sobre todo, novelista brillante.


BIBLIOGRAFÍA

 Baroja, P., “Sobre las exposiciones”, en Artículos. Obra Completa V, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, pp. 1109-1113. Citado por Rodríguez Fischer (s.f.). 

 Burdiel, I. (2018). “Emilia Pardo Bazán”, en Álvarez Junco, J. y Shubert, A. (Eds.). Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018). Ed. Galaxia Gutemberg. 

 González Herrán, J.M. (s.f.) “Zola y Pardo Bazán: de Les Romanciers Naturalistes a La cuestión palpitante. Biblioteca Virtual Universal. 

 Hauser, A. (1962). “Historia social de la literatura y el arte. VIII. Rococó,. Clasicismo y Romanticismo. IX. Naturalismo e impresionismo” Ed. Routledge & Kegan. Ed. en español: RBA. Barcelona, 2005. 

 Jiménez Morales, M.I. (2008). “Emilia Pardo Bazán, cronista en París, 1898”. Revista de Literatura, 2008, julio-diciembre, vol. LXX, n.o 140, págs. 507-532. Lasheras Peña, A.B. (2009). “España en París. La imagen nacional en las exposiciones universales. 1855-1900”. Tesis doctoral. Universidad de Cantabria. Dpto. de Historia Moderna y Contemporánea. 

 Núñez Ruiz, D. (1982). “Positivismo, darwinismo y literatura”, en Rico, F. Historia y crítica de la literatura española. Vol. 5. Ed. Crítica. 

 Pérez de la Dehesa, R (1971). “Zola y la literatura española finisecular” Hispanic Review; Philadelphia, Tomo 39,nº 1 49-60 

 Riquer, M. y Valverde, J.M. (2005). Historia de la literatura universal. Literatura de la época posromática. La novela naturalista del siglo XIX. Ed. RBA. 

 Rodríguez Fischer, A.(sin fecha). “Una apasionada esteta al pie del coloso de hierro: Emilia Pardo Bazán en París, 1889” La Tribuna, Cuadernos de Estudio de la Casa Museo Emilia Pardo Bazán, nº 005. Pág. 241 y ss. 

 Zavala, I.M. (1982) “Romanticismo y realismo”, en Rico, F. Historia y crítica de la literatura española. Vol. 5. Ed. Crítica.

NOTAS

1 Todas las citas textuales de “Al pie de la Torre Eiffel” están extraídas de Lasheras (2009). 

2 Al pie de la Torre de los Lujanes. Contestación a las cartas de doña Emilia Pardo Bazán tituladas «Al pie de la Torre Eiffel». Madrid: Tip. de Manuel Ginés Hernández, 1889.. Citado por Jiménez Morales (2008)

jueves, 9 de febrero de 2023

Historia del Laurel de Becquer


 

                                                      

Empezamos leyendo  la  historia del Laurel desde  la mitología  clásica, de donde viene su significado, tal y como nos lo cuenta Enrique García Gómez , en su  libro ¨PLANTAS SINGULARES DE LA CIUDAD DE TOLEDO ¨ .

                    

   

                        


Por: Pilar Alcalá García


El 17 de diciembre de 1859 Gustavo Adolfo Bécquer publicó su primera rima, se trataba de la que hoy conocemos como rima 29/XIII, con el título “Imitación de Byron” y la firma “G. A. Bécquer”. Fue en el periódico satírico El Nene, en la sección lírica “Arrullos”. Sabemos que Bécquer escribió la mayoría de las Rimas entre 1858 y 1862. ¿Por qué no se publicaron hasta 1871, después de su muerte? ¿Qué sucedió desde que Bécquer las escribió hasta entonces? Como casi todo en la vida de Gustavo, también la creación y publicación de las Rimas, tiene su dosis de misterio y están llenas de vicisitudes. Parece ser que entre 1867 y 1868 Bécquer reunió sus poemas y se los entregó al ministro Luis González Bravo que había decidido prologarlas y publicarlas, pero esto nunca sucedió. El 18 de septiembre de 1868 estalla el movimiento revolucionario llamado “La Gloriosa” que destronará a Isabel II y provocará la caída de González Bravo. Durante el saqueo de la casa del ministro se perdió el manuscrito de Bécquer. Siendo los hermanos Bécquer afines a la reina, perdieron sus empleos y se exiliaron a Toledo, donde residieron más de un año en una casa de la calle San Ildefonso. Y será en esta casa donde Gustavo reescribirá de memoria las Rimas que se habían perdido. El segundo manuscrito de las Rimas, escrito en Toledo, es el que se conoce como Libro de los gorriones.

 



                  Foto antigua del laurel  plantado por Gustavo Adolfo Bécquer.

 

                           

                                                             Vista actual del laurel,


LOS BÉCQUER Y TOLEDO    

Por: Pilar Alcalá García


“Estaba en Toledo; en Toledo, la ciudad sombría y melancólica por excelencia. Allí cada lugar recuerda una historia, cada piedra un siglo, cada monumento una civilización”. (IV Cartas literarias a una mujer, El Contemporáneo, martes 23 de abril de 1861). Toledo fue la ciudad más amada de Gustavo y la ciudad que resultó fundamental en su carrera literaria, no sólo porque le inspirara algunas de sus obras, sino porque fue precisamente en Toledo donde escribió el “Libro de los gorriones”, único manuscrito que se conserva del conjunto de las Rimas.

Lo que Gustavo sentía por Toledo era auténtica devoción y esto lo resume perfectamente su amigo Rodríguez Correa, cuando dice: “Para él, Toledo era sitio adorado de su inspiración”. Y de esta inspiración nacieron cuatro leyendas ambientadas en la ciudad, un relato, alguna de sus Rimas y artículos de costumbres, sin olvidarnos de la Historia de los Templos de Toledo. Por lo que se refiere a Valeriano también dedicó parte de su obra a la ciudad imperial. De hecho los dos hermanos trabajaban juntos: Valeriano dibujaba y Gustavo escribía un pequeño artículo explicativo y ambos aparecían publicados juntos.

Todo apunta a que la primera vez que Gustavo estuvo en Toledo fue en marzo de 1855, recién llegado a Madrid. Esta visita debió impactarle porque inmediatamente comienza los preparativos de la Historia de los templos de España, una ambiciosa aventura editorial, para la que cuenta con Juan de la Puerta Vizcaíno. Proyecto que no verá realizado, sólo publicará el tomo correspondiente a Toledo y ese es el único libro que Gustavo publicó en vida: La Historia de los Templos de Toledo. El 21 de junio de 1857, los reyes reciben a Juan de la Puerta Vizcaíno y G. A. Bécquer en audiencia. Solicitan su ayuda para la Historia de los templos de España, sabemos que Isabel II hace una suscripción por diez ejemplares. La primera entrega aparece el 5 de agosto de 1857 y las siguientes irán espaciándose hasta el año siguiente. La quinta entrega aparece el 5 de enero de 1858. Finalmente, sólo aparecerá el primer tomo, dedicado a Toledo. En esta obra, dedicada a su Majestad, Gustavo hace una detallada descripción de Toledo. Escribe refiriéndose al monasterio de San Juan de los Reyes: “El convento de San Juan de los Reyes en sus distintas cualidades de página histórica, de edificio monumental y de fuente de la Poesía, goza el triple privilegio de hablar a la inteligencia que razona, al arte que estudia, al espíritu que crea

En 1868 estalla en Madrid la revolución llamada la Gloriosa” y los Bécquer se exilian a Toledo. Allí permanecerán más de un año. Durante las revueltas de la revolución el manuscrito de las Rimas, que estaba en casa del ministro Luis González Bravo porque tenía intención de prologarlas y publicarlas, se perdió en el incendio de la casa. A Toledo los hermanos Bécquer se marchan con sus respectivos hijos. Viven en una casa de la calle de San Ildefonso y será en esta casa donde Gustavo reescriba de memoria las Rimas en el llamado “Libro de los gorriones”, un cuaderno que le había regalado un contertulio del café Suizo en Madrid. 

La casa donde los hermanos Bécquer residieron con sus hijos en 1868-1869 se encuentra en la calle de San Ildefonso, una vieja callejuela que desemboca en la Plaza de Santo Domingo el Antiguo. La casa existe todavía y su puerta aparece en el dibujo titulado “El pordiosero” que hizo Valeriano para acompañar un texto de Gustavo.
Uno de los lugares preferidos por Bécquer es la Plaza de Santo Domingo el Real. Esta plaza era habitualmente recorrida por él e inmortalizada en sus rimas cuando de ella escribió:

Me aproximé a los hierros

que defienden la entrada

y de las dobles rejas en el fondo

la ví confusa y blanca.

Me sentí de un ardiente deseo llena el alma;

como atrae un abismo, aquel misterio


Toledo ofrecía además la posibilidad de paseos por el campo cercano, cosa muy necesaria para Valeriano y para Gustavo que amaban los espacios puros y además favorecía la salud de los niños, (Alfredo 11, Julia 9, Gregorio 7 y Jorge 4), que tenían cuadernitos en los que dibujaban. Esto nos dice Julia Bécquer a propósito de la vida que llevaban en Toledo:


“En Toledo hacían una vida muy tranquila y tenían ancho campo para sus dibujos, uno, y el otro para fondo de sus ensueños, pues las leyendas las había compuesto cuando estuvo solo de soltero. Los días festivos nos íbamos con la comida a sus preciosos alrededores…
De la vuelta de una de estas giras hizo mi padre un dibujito en uno de los pequeños álbumes que nos compraban para dibujar en casa y cuando salíamos al campo”.


La casa tenía un jardín, sitio que a Gustavo, por ser aficionado a la jardinería, gustaba mucho. De este jardín Gustavo hizo un dibujo y lo pegó en el “Libro de los gorriones”. En el jardín de la casa de la calle San Ildefonso había un pozo con un brocal. El 27 de febrero de 1870, en “La Ilustración de Madrid” se publicó un dibujo de Valeriano Bécquer con un texto descriptivo de Gustavo Adolfo. El brocal fue donado por su propietario, D. Francisco Hernández, al Museo Provincial de Toledo. En 1874 ya denuncia su desaparición del Museo Provincial don Rodrigo Amador de los Ríos, manifestando su temor a que se encuentre en algún museo extranjero. Efectivamente el Museo de South Kensington (germen del Victoria and Albert Museum, donde ahora se encuentra el brocal) lo había adquirido en 1871. Es un brocal cilíndrico de 0,77 m de altura por 0,62 de diámetro, datado en el siglo XIV. Lo describe Gustavo Adolfo de la siguiente manera “… es de tierra roja cocida y bañada, y su adorno lo forman dos grecas, por entre las cuales corre rodeándolo una magnifica inscripción en caracteres cúficos ornamentales. La inscripción y la greca son verdes y se destacan por el color y el alto relieve que presentan, sobre el fondo blanco mate del brocal.” Rodrigo Amador de los Ríos traduce la inscripción como PARA VIRTUD DEL AGUA Y SU PUREZA. J.F. Riaño la traduce como EL PODER, LA EXCELENCIA Y LA PAZ y el museo sólo dice que “la inscripción contiene las bendiciones apropiadas para el agua que está a punto de ser bebida”.

Algunos estudiosos, como Jesús Cobo, aventuran que la joven que aparece en el dibujo era Alejandra González Esteban, la amante toledana de Gustavo Adolfo Bécquer. Que tuvo una amante es cierto, una chica muy joven que por lo que cuenta Julia Bécquer, sobrina de Gustavo, “era una hermosa mujer, una mujer de clase baja”, y se supone que era la encargada de las tareas de casa. Según Montesinos la rima XII, que ocupa el último lugar en el “Libro de los gorriones”, está escrita para Alejandra.

Porque son niña tus ojos
verdes como el mar, te quejas…

Cuenta Ramón Rodríguez Correa, uno de los mejores amigos de Gustavo, que una noche de luna decidieron los hermanos ir a contemplar su querida ciudad bañada por la luz de la luna. Sobre un muro se apoyaron y charlaron sobre arte durante horas, pero en mitad de la charla apareció una pareja de la guardia civil que habiendo oído palabras como “pechinas, ábsides y ojivas” unidas a disertaciones sobre el plateresco de Berruguete y Juan de Gua y el artificio de Juanelo, y viendo el desaliño de los hermanos y sus luengas barbas y lo tarde que era…, el caso es que nuestros hermanos Bécquer fueron a parar a la cárcel. Esto se supo en la redacción de El Contemporáneo donde recibieron una carta llena de dibujos explicativos. La redacción del periódico en masa escribió a los equivocados carceleros y por fin los Bécquer volvieron sanos y salvos.
Son muchas las referencias a Toledo en la obra de los Bécquer. Si pensamos en Gustavo tenemos que centrarnos en las leyendas, pero sin olvidarnos de un precioso párrafo que dedica a la ciudad imperial en la IV de las Cartas Literarias a una mujer; a los artículos que publicó con su hermano Valeriano que se encargaba de hacer el dibujo. Y cabe destacar un precioso artículo titulado “La Semana Santa en Toledo”, y publicado en El Museo Universal en 1869. En él Gustavo hace una comparación entre la semana santa de la ciudad manchega y la de Sevilla.
Un capítulo importante lo constituyen las leyendas toledanas, que son cinco si incluimos “Tres fechas”, aunque se trate de un relato contemporáneo. Estos textos toledanos han unido los nombres de Bécquer y Toledo; Gustavo recibió de la ciudad la inspiración necesaria para su imaginación creadora, Toledo obtuvo a cambio el regalo de unas páginas que la inmortalizaron y definieron su imagen literaria. Se trata de los siguientes títulos: “La ajorca de oro”, (El Contemporáneo, marzo, 1861); “El Cristo de la Calavera”, (El Contemporáneo, julio, 1862); “El beso”, (La América, julio, 1863); “La Rosa de pasión”, (El Contemporáneo, marzo, 1864); “Tres fechas”, (El Contemporáneo, julio, 1862), donde leemos: “Hay en Toledo una calle estrecha, torcida y oscura, que guarda tan fielmente la huella de las cien generaciones que en ella han habitado, que habla con tanta elocuencia a los ojos del artista y le revela tantos secretos puntos de afinidad entre las ideas y las costumbres de cada siglo, con la forma y el carácter especial impreso en sus obras más insignificantes, que yo cerraría sus entradas como una barrera y pondría sobre la barrera un tarjetón con este letrero:
«En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica»”.

El amor siempre acompañó a Gustavo, un amor lleno de niebla y de misterio y de nombres de mujer sin pronunciar. Uno de estos nombres se quedó en un claustro sombrío de Toledo, en la penumbra de la desierta plaza. Bécquer estaba enamorado de una fantasmal novicia: la que aparecía en “Tres fechas” y en la rima que comienza:

¡Cuántas veces al pie de las musgosas…
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!

Uno de los biógrafos de Gustavo, Sandoval, afirma que esta monja era la única hija de un viejo pintor viudo que tenía su taller junto a la Sinagoga del Tránsito.
Esta muchacha vuelve a aparecer en la rima LX:

Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como nota de música lejana,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
—¿En qué piensas?, me dijo.
—En nada… —En nada ¿y lloras? —Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino.

La última vez que Gustavo visitó Toledo fue a principios de diciembre de 1870, allí estuvo tres días. Parecía que quería despedirse de su amada ciudad, y de Alejandra, porque el 22 de diciembre murió en Madrid y en su Sevilla natal dos horas después hubo un eclipse total de sol, primer homenaje rendido al poeta, según Rafael Montesinos.